El Puente de Carlos en Praga
Praga es una ciudad fascinante, cautivadora y seductora, pero al mismo tiempo es nostálgica, y puede llegar a ser un poco opresiva para vivir en ella. Es la clásica ciudad para visitar y estar un tiempo; para relajarse, para pasearla y disfrutarla; para admirar la elegancia parsimoniosa de sus calles y sus gentes. Particularmente, y aún cuando los estilos son distintos, considero a Brujas y Praga las dos ciudades más bellas que he visitado.
Y es que Praga destila en cada rincón recuerdos añejos; reminiscencias de la época de los emperadores, por sus palacios, por sus iglesias, por el estilo renacentista de algunos de sus barrios, por el arte que se entremezcla en la ciudad, desde el gótico de su más famosa iglesia, la de Nuestra Señora de Tyn, hasta el barroco de la iglesia de San Nicolás.
Praga, capital de la República Checa, y de la región de Bohemia, es, sobre todo, mágica y misteriosa.
Cruzando el puente Carlos de Praga
Para acceder a la Ciudad Vieja y conocer los secretos de esta «vieja diablesa» (como la definía el escritor Prochazka -curiosamente, varios famosos escritores, como Kafka o Magris, le dieron tintes demoníacos a la ciudad) hemos de cruzar el Puente Carlos, su corazón. El corazón que une la ciudad dividida en dos: la Ciudad Vieja de la Ciudad Nueva. Y, en nuestros paseos por la ciudad, varias veces habremos de cruzar este famoso puente, que data del siglo XIV.
146 años de trabajos de construcción llevó acabar este Puente. Su inauguración fue en el año 1503, un 22 de Junio. Se remonta así, a los tiempos del rey de Bohemia y emperador romano-germánico, Carlos IV. Pero es el Vltava, el río que pasa por debajo, el que ha marcado la historia de la ciudad. El puente de Carlos no es el más antiguo de la ciudad, ya en los siglos XII y XIII hubo otros dos puentes de madera que las crecidas del río Vltava derrumbaron. Así, en el año 1357, el rey checo Carlos IV mandó construir uno más resistente. De ello se encargó el constructor Petr Parlèr que ya estaba construyendo la Catedral de San Vito en el Castillo de Praga.
El Puente de Carlos (Karluv most) fue el más largo de su época con sus 520 metros de longitud y 16 m. de ancho. 16 pilares sostienen esta inmensa obra de ingeniería hecha en piedra arenisca. Pero lo más característico del puente; lo que todos recordamos por las cientos de fotos que de él se han hecho, son las 30 estatuas religiosas barrocas que lo bordean. Eminentes artistas como Brokoff o Braun dieron formas a las figuras de santo Tomás, santa Margarita o santa Isabel. Como curiosidad, en uno de los pilares existe una figura, la única que no es religiosa, que se corresponde con el príncipe Bruncvik quien según la leyenda liberó a Praga.
Decenas de leyendas corren sobre este puente, pues según se cuenta, cada una de las figuras velan por la salud de todo aquél que ha nacido en Kampa, la isla que se encuentra justo al final del puente, antes de llegar a Malà Stranà, el barrio de la otra orilla.
Después de ser reconstruido en los años 70, el tráfico se desvió por otras zonas, y fue convertido en zona peatonal. Actualmente, durante el día, el tráfico de turistas es intenso, y la vida bohemia que en él se respira es, cuando menos, curiosa. Artistas de todas clases, pintores, retratistas, cantantes, músicos, se aglomeran en el puente dándole ese ambiente tan especial que tiene. Las vistas y panorámicas que desde él se tienen de toda la ciudad, tanto de la parte antigua como de la moderna son espectaculares, y sin duda alguna, es el mejor sitio de la ciudad para conseguir las mejores fotos.
Un último consejo: paseadlo al amanecer, cuando aún esté tranquilo; cuando el ambiente del puente sea tan tranquilo que os invite a apoyaros en su barandilla, entre todas las imágenes y perdáis la mirada en el Vltava mientras vuestros pensamientos se dirigen a las mil y una historias que este Puente habrá vivido en sus siglos de Historia.
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«El puente de Carlos», NO de SAN Carlos. Su nombre se debe a Carlos IV…