El Gran Capitán
En Argentina existe un tren que ha sobrevivido al paso del tiempo y se ha alzado como un símbolo entre la gente al ser, por nombrarlo como se merece, un ferrocarril del pueblo. El Gran Capitán, un trayecto solo para los más aventureros interesados en cruzar la mesopotamia argentina por caminos olvidados, donde el paisaje, los pueblos y estaciones parecen haberse detenido en el tiempo.
El Gran Capitán comienza su viaje en Buenos Aires y se dirige a la ciudad de Posadas. Los lugareños le llaman el «tren bala», aunque nada más lejos de la realidad, pues su locomotora y vagones han vivido ya tiempos mejores. Es un ferrocarril viejo y cascarrabias, que recorre polvorientos caminos donde la maleza intenta recobrar el terreno perdido. Su trayecto de veintiséis horas de duración (que en realidad suelen ser bastantes más) no está carente de emoción. Desde el exterior puede llegar algún proyectil en forma de piedra por parte de los niños que juegan junto a las vías, por ello se recomienda cerrar las cortinas. Además, el tren cuenta con su propia ley, quien la infrinja o no pague su billete puede verse arrojado a la selva sin remordimiento alguno y en marcha, por supuesto. Al parecer, esta estampa suele verse a menudo a bordo.
El viaje es de aproximadamente 1200 kilómetros, es toda una aventura para viajeros experimentados, pero también es una de las mejores formas de conocer el país y su gente, al menos de las más auténticas. Desde sus vagones se puede observar la verdadera Argentina, su selva, sus ríos, montañas y cultivos. Los pequeños pueblos que quedan atrás evocan ese sentimiento romántico de estar viajando de manera no convencional, sino utilizando el mismo transporte que la gente autóctona utiliza en su día a día, disfrutando de su compañía y compartiendo su cultura.
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