La historia del cautiverio de Cabrera
Nos situamos en España durante 1808, la Guerra de la Independencia Española estalla. En julio de ese mismo año se libra la famosa batalla de Bailén, que supuso la primera derrota en batalla campal de la historia del ejército napoleónico. Tras la victoria de los españoles frente a las tropas francesas decenas de miles de soldados fueron tomados como prisioneros de guerra.
Españoles e ingleses condujeron a estos miles de franceses hasta el puerto de Cádiz, pero durante el camino un gran número de ellos terminó muriendo a manos de los aldeanos. Parece ser que era bastante difícil contener el odio que profesaban a sus vecinos, y cualquier arma era válida si en un descuido podía acabar con la vida de uno de los molestos intrusos. Este no fue más que el comienzo del calvario al que serían sometidos esos hombres.
Una vez llegan al puerto de Cádiz el resto de las tropas son hacinada en portones, que eran viejos barcos que amarrados a puerto servían de almacenes, hospitales y en este caso cárceles. Durante el tiempo que pasaron dentro de las embarcaciones el número de soldados disminuyó aún más. Un gran número de ellos enfermó por la poca higiene de los portones y teniendo en cuenta el aislamiento, muchas de esas enfermedades terminaron extendiéndose y llevándose a cientos de ellos.
Al parecer en un principio la idea era que fueran canjeados por prisioneros españoles, pero finalmente los ingleses tomaron la decisión de no entregarlos. Eran conscientes de que si esos franceses llegaban otra vez a su tierra se alistarían nuevamente y volverían a la carga. Con la ayuda del Gobernador de Cádiz (y las suplicas, ya que él tampoco quería que el pueblo se agitará más por la presencia de los prisioneros) mandaron las embarcaciones rumbo a las Islas Baleares.
Ni Mallorca ni Menorca querían hacerse cargo de los prisioneros. Parecía que llegados hasta este punto la única solución viable era dejarlos en una isla deshabitada, en este caso Cabrera. El cautiverio en la isla no era posible realizarlo a través de ninguna cárcel, ya que no había construcción alguna. Por tanto, los 9.000 prisioneros iniciales (ya que llegarían más procedentes de las Guerras Napoleónicas) estarían encerrados en una isla a modo de cárcel. Controlados de cerca, eso sí, por barcos ingleses que les suministrarían comida cada 4 días.
Los franceses estaban completamente desesperados ya que se había nublado su esperanza de ser canjeados por prisioneros españoles e ingleses, y ante la desesperación intentaron atacar a uno de los barcos que les suministraban la comida. El ataque fue un fracaso, y las consecuencias pasarían por retirar la ayuda de suministros durante dos meses.
Los prisioneros de la isla de Cabrera estaban perdidos, no tenían recursos, no tenían ropa, no había lugar alguno en el que esconderse. La supervivencia en la isla se convertía en un reto ya que los animales escaseaban y las tropas comenzaban a estar muy débiles. Muchos de ellos enfermaron o enloquecieron, estos fueron conducidos a las cuevas de Tártaro donde obligados a vivir terminaron sucumbiendo al canibalismo (existe un número de historiadores que por el contrario piensa que estos episodios de canibalismo jamás se dieron).
Las pocas mujeres que llegaron con los franceses comenzaron a prostituirse por comida, y un tercer grupo se afincó como los robinsones de la isla. Este último intentaba sacar recursos de la isla y pescar todo aquello que podían para sobrevivir.
Muchas fueron las penurias que pasaron estos prisioneros. Existen testimonios que aseguran que llegaron a practicar la coprofagia, comiéndose sus excrementos e incluso lamiendo el vómito propio y ajeno. Al principio algunos fueron enviados a Mallorca para ser tratados en los hospitales, cuando llegaban a la isla otra vez no dudaban en automutilarse para volver a los cuidados de la civilización. El cautiverio terminó en 1814, junto al final de la guerra. A esas alturas 3 de cada 4 presos habían muerto dejando un total de 3.600 vivos.
En la isla de Cabrera existe un monolito que recuerda los episodios acontecidos en su territorio. Un monolito que representa el dolor que las tropas francesas corrieron en esa isla, pero al mismo tiempo el dolor que los prisioneros de guerra españoles tuvieron que soportar en sus respectivos cautiverios.
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