Música a los pies de la Acrópolis, Atenas
Atenas, siempre bajo la protección de la diosa Atenea y de su héroe Teseo, alcanzó tal superioridad política y cultural en la antigua Grecia, que cuando los escritores querían referirse a ella simplemente hablaban de la ciudad. El pasado glorioso se barrunta al contemplar la Acrópolis, en derredor de la cual los barrios más tradicionales de la actual Atenas sirven de escenario para ese continuo pálpito de vida mediterránea que sabe extender el salón de cada casa hasta la calle misma.
Estos barrios son los de Plaka, Monastiraki y Anafiotika. Desde hace tiempo la capital griega intenta reordenar su urbanismo con proyectos de envergadura. Pero no aquí, no en este laberinto de calles a los pies de la Acrópolis, donde el sabor, el color y la música mediterránea invaden todas las psicologías, todos los caracteres, de manera que no se sabe quién es turista, extranjero, griego o ciudadano.
Plaka, en la ladera norte de la colina, es un conjunto caótico de edificaciones. La herencia turca pervive en sus bazares: el barrio es elegido normalmente por los viajeros para la adquisición de sus recuerdos. Maravilloso resulta levantar la cabeza y poder observar desde cualquier punto la presencia del Partenón, y en medio del gentío incesante y del vital bullicio caer en una ensoñación silenciosa sobre los tiempos de Pericles.
Por la noche hay que trasladarse al vecino Monastikiri para degustar algún plato típico en alguno de los numerosos bares, restaurantes, tascas y tabernas. Dependiendo de nuestra anterior experiencia nómada, acaso reconozcamos una cierta similitud con la comida de otros países como Serbia, en parte por una historia compartida por momentos. En las terrazas de Monastikari escucharemos el sonido de bouzoukis y guitarras.
El folclore griego es uno de los grandes protagonistas de estos barrios. Si la suerte nos acompaña, tal vez en alguno de los locales una voz anónima nos sorprenda con la interpretación de melodías que han hecho grandes a las divas de la canción griega. Haris Alexiou o Elefteria Arvanitaki, por citar sólo dos de entre el conjunto admirable de intérpretes, auténticas estrellas de la música en Grecia, nos recuerdan todavía lo que es una verdadera artista.
Sus actuaciones en teatros y escenarios por todo el país, llenos de épica y de un sentimiento que quizá en nuestra pop-idiotizada dimensión ya nos sea imposible calibrar, son acontecimientos que reclaman el fervor sincero de las multitudes.
Con vosotros: Haris Alexiou canta «si existiese Dios».
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