El Parque Nacional de Hohe Tauern

Parque Nacional de Hohe Tauern

Si abrimos un mapa comprobaremos que Austria tiene una forma vesicular con un apéndice limítrofe con Suiza que se interpone entre el sur de Alemania y el norte de Italia. En ese occidente austriaco, provincias de Salzburgo, Carintia y Tirol, se halla la mayor reserva natural de los Alpes, el Parque Nacional Hohe Tauern, constituido en 1971. El silencio de la alta montaña, silencio de aire puro y de glaciar, es distinto al silencio del desierto o al del oceáno. Su descubrimiento en el corazón mismo de la urbanizada Europa siempre es un acontecimiento un tanto paradójico, inquietante para algunos, asombroso para todos.

El Parque nacional de Hohe Tauern no es tan virgen como pudiera parecer. Hace más de cuatrocientos años se decubrieron importantes yacimientos de oro y de cobre. Floreció una industria minera detenida luego en parte por el propio avance de los glaciares, celosos acaso de la intimidad de las montañas. Por cierto que uno de esos glaciares, el Krimmler Kees, en la temporada del deshielo, alimenta las Cascadas Krimmler, el salto de agua más imponente de nuestro continente.

Precisamente una buena ruta de senderismo es la que, partiendo desde el pueblo de Krimmler, nos conduce hasta las cascadas. Siempre con la música de fondo del agua precipitada y enfurecida, ascendemos en zigzag, salvando los 400 metros en vertical de las cataratas. Nuestro recorrido, menos de dos horas si lo hacemos a buen ritmo, está sabiamente jalonado de miradores desde los cuales podemos ir sumando perspectivas sobre el paisaje.

Otra alternativa sobrecogedora es seguir la carretera del Grossvenediger. Esta vía, cuya inicial construcción data de los años veinte, atraviesa los Alpes de norte a sur. Y una vez que arribamos a la vertiente sur se levantará ante nuestros atónitos ojos la postal descomunal del Grossglockner, el pico más alto de Austria. El Grossvenediger tiene además una leyenda adherida que explica su nombre («Gran Veneciano»). Se cuenta que en los días más claros de verano es posible divisar en la lejanía, expectante y aburrida, la ciudad de Venecia, el Mediterráneo.

El Parque está lleno del verde de los pinos, del azul doloroso de lagos y ríos, del blanco de las cumbres nevadas…y de las estrellas de plata. El edelweiss, «hermoso» y «blanco», esa planta lanosa tan característica de los Alpes y de la alta montaña, es un símbolo de Austria. También el íbex o íbice, esa especie de cabra con grandes cuernos y capaz de fantásticos saltos. El urogallo, por poner otro ejemplo de la fauna local, ese noble y hermoso animal, es mucho más abundante que en otras latitudes donde está casi extinto.

Y después de una excursión por entre los valles y los picos, qué mejor opción que hacer parada en alguno de los pequeños mesones u hotelitos que aquí y acullá sirven para que el viajero reponga fuerzas. Un plato de sopa o alguna variedad de carne preparada con salsas fuertes nos servirán para entrar en calor. Tendremos que contener las lágrimas si es que, mientras fuera ya oscurece y se levanta ventisca, el amable lugareño nos ofrece algún ancestral y dulce aguardiante típico de la zona. Entonces sí, habremos comprendido el rostro feliz y relajado  de nuestros huéspedes.

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Categorias: Austria, Viajar por Europa



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