Spoleto, pequeña gran ciudad
Por lo tanto, Spoleto. En ella me quedé en mi anterior artículo. Ciudad italiana de la región de Umbría, situada sobre una colina, uno no hace turismo en Spoleto sin convertirse en un experto de arte, aunque pueda acabar con malestar en los riñones, cuando la calle se empina en exceso. De hecho, turistas de excepción han sido, por poner varios ejemplos, el gran Miguel Ángel y el maravilloso (creemos) pintor inglés William Turner. También escritores y poetas, como Stendhal, Goethe, D’Annunzio… La lista de ilustres visitantes es un primor. Y no es de extrañar.
Porque en Spoleto hay mucha historia, y un entorno fantástico. Es una ciudad antiquísima, en las faldas del Monteluco, que supo resistir a Aníbal. Ya en la época imperial el municipio conoció un desarrollo floreciente. Así lo testimonian el Arco de Druso o el Teatro Romano (ambos del primer siglo de nuestra era). La llamada Casa Romana provocará el estupor del viajero cuando contemple su interior. En general, en buena parte del centro histórico late el pasado romano aun cuando una mano bajomedieval le haya dado el toque final a la mayoría de construcciones.
Spoleto se convertirá en sede episcopal allá por el siglo IV. Un poco más tarde, tras la llegada de los lombardos, se constituye el Ducado de Spoleto, independiente (o casi) hasta que Carlomagno impuso un dirigente franco. Todo este período corresponde con el apogeo de la ciudad, que empezará a decaer ya bien entrada la fase tardomedieval. La construcción de la Basílica de San Salvador se ubica en los primeros años de dicho auge spoletino. También un buen número de Palacios, aunque en algunos casos poco quede en pie de las edificaciones originarias.
El Palazzo Comunale data de aproximadamente el 1200, aunque de esa fecha apenas podamos apreciar tan sólo la torre del campanario. El palacio fue restaurado con oficio a finales del XVIII. El Duomo, la Catedral de Santa Maria Assunta, se remonta al siglo XI, pero no se finaliza hasta principios del XIII. Además, su pórtico del primer renacimiento, obra de Antonio Barocci. El interior de la Catedral sufrió diversas modificaciones, ordenadas por el papa Urbano VIII, que había sido obispo de Spoleto.Al Setecientos corresponden los últimos añadidos de la Catedral.
La fortaleza de la Rocca Albornoziana es digna de admirar. Parece que entre sus muros se podía sentir tranquilo el papa Inocencio VI, en una época llena de turbulencias para la jerarquía eclesiástica (los juegos de poder ya se sabe a lo que conducen, cuando los papas se preocupan más de la civitas terrena que de la civitas dei…). Y del conjunto de torres y campanarios de la ciudad, nos vamos a quedar con la Torre dell’Olio (o sea, del aceite). Contemplar esta torre es contemplar, otra vez, el siglo trece.
Además, los puentes, las casas, la muralla romana, la muralla medieval…forman un conjunto inmejorable para desarrollar en él cualquier tipo de representación artística (tal vez no un concierto de bakalao, si es que tales cosas siguen existiendo). Es así que, en medio de una serie de importantes festivales, el de los Dos Mundos, brilla con luz propia. Ópera, ballet, música sinfónica, teatro, lecturas poéticas, y la calidad de sus participantes, hacen de este festival, celebrado anualmente en las primeras semanas de verano, una cita imprescindible para los delicados estetas de nuestro tiempo. Si los hubiese.
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