Las verdades y mentiras del turismo climatico
Cuando oigo hablar a Al Gore del cambio climático no puedo sino sonreír irónicamente y pensar que cuanto postula en sus libros y tesis no son sino una tapadera que oculta las intenciones de autopropaganda; de conseguir lo que en el terreno de la política no consiguió. Sí, quizás consiga concienciar del problema con el que nos enfrentamos y que cada vez haya más gente preocupada por el cambio climático. Pero, ¿es esa su verdadera intención o rige, como siempre, el imperio del dinero? Igual se puede pensar del turismo climático, el ecoturismo, que también se llama así, ya que tan de moda está eso de poner el «eco» por delante a todo para hablar de la defensa de la Naturaleza.
Pero cuando leo cuáles son los programas que presentan; las ofertas de viajes y destinos a los que llevan a los turistas, me vuelvo a preguntar si es verdaderamente interés ecológico el que los mueve, o si es el dinero, o si es una conjunción de ambos.
Los defensores del ecoturismo postulan que los turistas pueden contribuir a mantener aquellos lugares que conocen in situ. Untamed Path, una compañía latinoamericana que ofrece viajes ecológicos indica que parte de sus beneficios se dirigen a proyectos que buscan preservar la Tierra. Otras como Ayako Ezaki, directora de comunicaciones de la Sociedad Internacional de Ecoturismo en Washington pretende hacer ver que llevan a sus clientes para que «vean y luego actúen para proteger estos sitios. Así no desaparecen«. Son sus palabras literales. Pero mientras, estas compañías que ofrecen desde viajes al Polo Norte antes de que los hielos se derritan y desaparezcan los osos polares, hasta islas con paisajes paradisíacos como Tuvalu porque presuntamente serán tragadas en el futuro por el nivel del mar, se enriquecen.
Las reservas para hacer rutas por el Ártico se han duplicado en el último año, según Quark Expeditions. La compañía Abercrombie & Kent ofrece cruceros a la Antártida en impresionantes barcos, mientras comen lujosos banquetes, y todo por la módica y ecológica cantidad de 4.000 euros.
Sí, se escudan en la concienciación que provoca el ver esos parajes, cuando precisamente lo que inspiran a ciertos turistas a visitar esa clase de sitio es el típico «vayamos a verlo antes de que ya no exista». Los rumores, las leyendas, los mitos, son armas suficientes para lanzarnos a la caza del último paraje virgen de la Tierra. Lo demás no importa.
Según un estudio de la Unesco, muchos sitios históricos y de una gran importancia natural y arquitectónica están en peligro de desaparición futura, como los arrecifes de coral, como algunas edificaciones en el Sahara, o como las antiguas ruinas que existen en Tailandia. Sin embargo, nadie se detiene a pensar que un mayor turismo en zonas de riesgo ecológico sólo contribuye a su mayor decadencia, sobre todo, porque esos turistas, por mucho que vayan con guías especializados, no tienen los conocimientos necesarios para preservar la Naturaleza.
Las propias agencias que se las dan de ecológicas no se detienen a pensar que los aviones con los que llevan a sus clientes al Amazonas, por ejemplo, desprenden gases que sólo ayudan a que aumente el efecto invernadero en la zona. Y ya ni hablar de los desechos que se quedan una vez que se han ido; de cómo se alteran las costumbres animales. tenemos un ejemplo muy cercano en el problema que se ha creado con la elección de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo. El aumento del turismo ha provocado que se tengan que restringir las visitas a la Gran Muralla China, o los daños que ya se han calculado que sufrirá el Taj Mahal por no soportar el turismo masivo.
Es el morbo, es la ansiedad por ver sitios que tememos que ya no estarán en el futuro lo que nos mueve a visitarlos. Y de ello se están aprovechando las agencias que practican el mal llamado turismo ecológico.
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