Medinaceli, el silencio de las piedras
Visitar Medinaceli es volver a recrear las huestes castellanas del Mio Cid cruzando victoriosas los confines de la ancha Castilla. Visitar Medinaceli, la ciudad imaginada, plantada sobre la cima horizontal, allá en una altura terrible, como diría Ortega y Gasset, la patria de la lejanía, luminosa y radiante, vista desde leguas sobre su cerro, en la Cordillera Central, jalonada por los hermosos afluentes del Tajo, el Duero y el Ebro, en la provincia de Soria, a mitad de camino entre Madrid y Zaragoza
Medinaceli, calzada romana que iba desde Zaragoza a Toledo, rodeada de murallas, heredera de grandes mosaicos romanos que se pueden contemplar en la actualidad, cuartel general de los árabes por sus correrías por el Duero, insigne hogar de Almanzor, herido en la batalla de Calatañazor y muerto en la villa, donde se cree que yace enterrado, tomada a los árabes tras la Reconquista por Alfonso VI el Batallador.
Llegamos a Medinaceli desde el barrio de la Estación, encontrándonos la Ermita del Humilladero, una pequeña construcción de piedra a la entrada del pueblo en un vasto paisaje amarillento. A la izquierda de la ermita, el Arco Romano, de triple arcada, único en España, sobre un promontorio de piedra. A la derecha del Arco, la Hostería, antiguo albergue de Turismo, desde donde podemos vislumbrar un paisaje extensísimo de tierra árida: al este el valle de Arbujuelo, tan nombrado en el Poema del Mío Cid; al norte el valle del río Jalón; y al oeste el valle de Saincona.
Un poco más adelante, a través de un laberinto de callejuelas empinadas y un vasto horizonte de casas de piedra, la Plaza Mayor, de forma rectangular, amplísima, con fieros soportales y enormes balconadas. En uno de sus lados está situada la antigua Alhóndiga con típica galería y dos series de arcos sobre esbeltas columnas. Al otro lado de la Plaza, el Palacio de los Duques, del siglo XVI, de estilo renacentista y ahora en proceso de restauración.
Desde la propia Plaza Mayor vemos sobresalir, como nacida del tejado de las casas, la torre de la Colegiata, la de Santa María de la Asunción, esbelta, cuadrangular, de casi 40 metros de altura. Una Colegiata de estilo gótico que encierra en su interior, en una de sus naves laterales, el famoso Cristo de Medinaceli. A su lado, el convento franciscano de Santa Isabel, de 1528, donde residen las monjas clarisas que realizan artesanalmente preciosas alfombras españolas.
Y muy cerca, en una sencilla plaza, subiendo el cerro de Villavieja, frente a la fortaleza, la Ermita del Beato Julián de San Agustín, franciscano hijo de Medinaceli, un recio edificio de piedra, con tejado de teja, levantado en 1605 sobre las ruinas de la casa donde nació el fraile.
Pero Medinaceli, a pesar de no tener grandes monumentos que mostrar, tiene su especial encanto por sí mismo. Callejuelas adoquinadas, vastos silencios de miles de años que se atrincheran entre las piedras, ecos lejanos de pájaros que se asoman al pasado como testigos imperecederos de un lugar atravesado por la historia.
Cómo llegar
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Medinaceli se encuentra a 152 kilómetros de Madrid. Desde Madrid puedes llegar por la autovía de Aragón, cogiéndola con dirección Zaragoza.
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Desde Zaragoza puedes llegar por la autovía de Aragón, cogiéndola en dirección a Madrid.
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Desde Soria puedes tomar la N-111, hasta la autovía de Aragón.
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O bien puedes tomar la línea de tren Madrid-Barcelona.
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